En el artículo anterior compartí algunas de mis experiencias en el camino de asumir la complejidad. Allí contaba sobre las altas y bajas, los momentos de darse cuenta de que una respuesta te genera mil preguntas adicionales, y que, como dijo el poeta: “caminante, no hay camino,/ se hace camino al andar”.1
La mayor parte de la formación que hemos recibido, y también de los incentivos vigentes en las organizaciones en que trabajamos, suponen que el orden es algo universal; es decir: que hay una relación causa-efecto que siempre se puede conocer y a partir de ella podemos predecir, modelar y diseñar intervenciones que van a tener el efecto deseado. Claro que esto es posible, pero no siempre. No todo es ordenado. No siempre se pueden establecer predicciones, ni diseñar “soluciones” a priori para alcanzar determinados objetivos. Y siento decir que esto no tiene que ver con la cantidad y calidad de la información que tengamos o lo bien que conozcamos el problema que vamos a enfrentar. Simple y llanamente, además de los sistemas ordenados, hay otros que no lo son. Y no por eso son dañinos o indeseables.
“Es el mejor momento posible para estar vivo, cuando casi todo lo que creías saber está mal.” (Tom Stoppard en Arcadia).
Al estudio de los sistemas que no son ordenados se dedican las ciencias de la complejidad. Este es un campo cada vez más interdisciplinario y en completa construcción. Hoy sus ramificaciones van desde la matemática y la física hasta la economía y la antropología, desde la biología y la química hasta la computación y las neurociencias. Aunque también me apasionan las implicaciones de la complejidad en muchos campos, me concentraré, sobre todo, en la anthro-complexity (lo traduzco al español como antropo complejidad) y su aplicación a la gestión y la toma de decisiones vinculada a los desafíos del desarrollo.2
Tipos de sistemas: ordenados, complejos y caóticos
Una gran división entre tipos de sistemas es: ordenados y no ordenados. A su vez, estos últimos pueden distinguirse en complejos y caóticos. En nuestra vida interactuamos con los tres tipos; y es importante saber cuál es cuál, sino los resultados de nuestras decisiones y acciones pueden ser catastróficos. Hay otras maneras de catalogar los sistemas, pero utilizaré esta que me parece la más práctica para aplicar en la gestión del desarrollo.3
Los sistemas ordenados son aquellos donde se puede conocer la relación causa-efecto y, por lo tanto, podemos predecir qué pasará a partir de una situación inicial. Es decir, la relación entre causa y efecto es lineal. A su vez, y vinculado con lo anterior, los sistemas ordenados pueden ser divididos en sus partes. Por ello, los podemos descomponer y entender su comportamiento a partir de entender el comportamiento de cada una de sus partes.
Otra característica distintiva es que las conexiones entre las partes del sistema son fijas, siempre son las mismas y hay restricciones que limitan y/o contienen el sistema. Entonces podemos no solo predecir el comportamiento futuro, sino también manipular el sistema para llevarlo a la situación que deseamos. Tenemos muchos ejemplos de estos sistemas en la vida real: un reloj, una línea de ensamblaje de automóviles, el pago a los proveedores de un proyecto, el montaje de un puente, por solo citar algunos.
Por otro lado tenemos los sistemas complejos. En ellos la relación causa-efecto es no-lineal, lo que hace que no podamos predecir su comportamiento y tampoco es posible reducir el sistema a sus partes. “Complejo” proviene de la raíz latina plectere, que significa ‘entrelazar, tejer’. En un sistema complejo, sus partes están entrelazadas, todo está conectado y esas conexiones además evolucionan en el tiempo.
De esa no-linealidad e interconexión emergen comportamientos que no se pueden explicar a partir de las partes, sino que son cualidades del sistema. Los sistemas complejos tienen la capacidad de adaptarse o auto-organizarse, bien sea a través del aprendizaje o de la evolución. Gran parte de los sistemas con los que interactuamos son complejos: un hormiguero, un programa de desarrollo local, un equipo de trabajo, el sistema de salud de una región, etc.
También, dentro de los sistemas no-ordenados encontramos los sistemas caóticos. En ellos se han perdido o no son efectivas las restricciones. Estos sistemas están en turbulencia, son totalmente impredecibles. Ejemplos de este tipo de sistemas son: las crisis organizacionales, una zona de guerra, las secuelas de un terremoto, entre otros.
Es decir, si vamos a intervenir en el desarrollo de un territorio, o pretendemos mejorar el acceso a la salud en una región, o estamos respondiendo de manera inmediata a los estragos de un huracán, no debemos esperar que la aplicación de una solución lineal, ordenada vaya a lograr un impacto positivo en desafíos de alta complejidad o caóticos, como los mencionados. Estos desafíos, y muchos más, requieren otra manera de tomar decisiones y de actuar. Pero antes, debemos lograr identificarlos y determinar el tipo de sistema con el que estamos interactuando.
Meter La Habana en Guanabacoa
La principal implicación de lo anterior radica en que el tipo de sistema es el que determinará la manera en que debemos tomar decisiones y actuar. No podemos forzar la realidad a las cajas prefabricadas de “soluciones”, manuales y metodologías; o cómo decimos los cubanos “no puedes meter La Habana en Guanabacoa”. Todos, desafortunadamente, hemos visto —y seguimos viendo— con demasiada frecuencia la aplicación de “soluciones” ordenadas a desafíos complejos. En la mayor parte de los casos, esto empeora la situación e incluso los lleva al colapso, con el consiguiente despilfarro de tiempo, recursos y del impacto negativo en las personas y/o en la naturaleza.
Responder a la complejidad del desarrollo con normas, procedimientos, checklists o planes es un sueño, que posiblemente llevará a una pesadilla. Es un esfuerzo inútil y peligroso.
A la pregunta ¿podemos evitar la complejidad, podemos “ordenarla, “simplificarla”? la respuesta es un contundente ¡no! La complejidad es parte inherente de la vida, de su evolución y del desarrollo. No todo es ordenado y tampoco todo es complejo. Por tanto, tenemos que plantearnos cómo actuar, tomar las decisiones y navegar en cada tipo de sistema.
Algunas referencias
- El verso citado es un fragmento del poema Proverbios y Cantares XXIX, de Antonio Machado, aunque muchos lo conocerán por la musicalización de Joan Manuel Serrat. ↩︎
- Pueden encontrar sobre anthro-complexity en el post de Dave Snowden https://thecynefin.co/anthro-complexity-aesthetics/. Sugiero explorar este blog, en el puedes encontrar excelentes artículos. ↩︎
- Sobre sistemas ordenados, complejos y caóticos hay mucho escrito. Recomiendo Complexity: A Guide Tour, de Melanie Mitchell. Este es uno de mis preferidos para iniciar en el tema de la complejidad con una perspectiva amplia. Más cercano a los temas de gestión y desarrollo, puedes encontrar también en el blog de The Cynefin Company (formerly Cognitive Edge) y en el artículo de C. F. Kurtz y D. J. Snowden: «The new dynamics of strategy: Sense-making in a complex and complicated world”. ↩︎